Durante los últimos años, el hygge —ese concepto danés que combina calidez, simpleza y bienestar cotidiano— dejó de ser solo una palabra difícil de pronunciar y pasó a convertirse en una estética global. Nacido en Europa del Norte como una forma de enfrentar los inviernos largos y oscuros, hoy atraviesa fronteras y se instala con fuerza en los hogares, las cafeterías y los locales de diseño en Buenos Aires.
Pero ¿por qué un estilo pensado para el frío escandinavo funciona también acá? Porque, más allá de la temperatura, el hygge es una sensación: una forma de vivir que busca confort emocional, refugio visual y una especie de “calma habitable” en medio del ritmo acelerado de la ciudad.
Qué es realmente el hygge
Más que una tendencia, el hygge es una filosofía cotidiana: encontrar placer en lo simple, crear ambientes que abracen, priorizar materiales naturales y generar pequeños rituales que bajen la ansiedad.
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En el diseño interior, el hygge se traduce en:
- Luz cálida y tenue: velas, lámparas bajas, sombras suaves que envuelven.
- Texturas que abrigan: lana, algodón, lino, maderas claras.
- Espacios despojados pero no fríos: pocos objetos, bien elegidos, con un sentido emocional.
- Conexión con lo natural: colores tierra, plantas, fibras, y una estética que privilegia lo orgánico.
- Momentos que importan: leer en un sillón cómodo, cocinar para alguien querido, descansar sin culpa.
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Europa lo adoptó como una forma cultural de proteger el bienestar en épocas oscuras; nosotros, como un antídoto contra la sobrecarga visual y el estrés urbano.
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Por qué el hygge se volvió tan popular en casas y cafés
La expansión del hygge en Argentina no es casual. Las personas buscan lugares donde permanecer más tiempo, donde sentirse contenidas y donde la estética no sea solo un fondo, sino una experiencia emocional.
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En casas:
- Los ambientes se llenan de tonos neutros, cortinas translúcidas y maderas cálidas.
- La idea del “hogar como refugio” se volvió clave, especialmente en departamentos pequeños.
- Se prioriza lo sensorial frente a lo ostentoso.
En cafeterías:
- Luz baja, mesas de madera, música suave y vajilla artesanal generan ese mood “nórdico sin pretensiones”.
- La experiencia se vuelve más íntima, ideal para leer, trabajar o simplemente quedarse.
- Muchos espacios adoptan esta estética porque invita a volver, quedarse y recomendar.
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En locales de muebles y decoración:
- Crece la demanda de piezas con fibras naturales, paletas suaves y diseños minimalistas.
- El hygge impulsa a elegir objetos que duren, que acompañen y que no saturen.
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Cómo se traduce el hygge al diseño interior contemporáneo
En la práctica, el hygge no es decorar “como Pinterest”, sino pensar un espacio que respire. Algunos recursos clave que hoy usan diseñadores y arquitectos:
▪ Luz que acompaña
Más iluminación puntual, menos “un solo techo para todo”. Lámparas cálidas, velas y rincones iluminados suavemente construyen atmósferas más habitables y afectivas.
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▪ Materiales nobles y honestos
Madera, lino, ratán, cerámicas artesanales, alfombras de lana. Son elementos que envejecen bien, aportan textura y generan un contacto más humano con el espacio.

▪ Minimalismo cálido
No se trata de vaciar, sino de elegir: un ambiente ordenado, sin ruido visual, donde cada objeto cumple un rol estético o emocional.
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▪ Pequeños rituales
Una bandeja con tazas de té, una manta cerca de la ventana, un sillón que invita a quedarse: gestos cotidianos que hacen que el espacio se sienta vivo.

Hygge en Argentina: una reinterpretación local
Aunque proviene de los países nórdicos, acá se adapta de manera propia. No imitamos un invierno escandinavo: reinterpretamos la idea de bienestar.
En verano:
- Livianos textiles de algodón, luz natural suave, desayunos largos en balcones verdes.

En invierno:
- Mantas, lámparas cálidas, hornillos aromáticos, cafés de barrio que se transforman en refugios urbanos.

La esencia no cambia: crear ambientes que contengan, que abracen, que desaceleren.
Un estilo, una sensación, una necesidad contemporánea
El hygge dejó de ser solo una palabra danesa para convertirse en una respuesta a la vida moderna. Es la búsqueda de calidez en lo cotidiano, de belleza sin exceso, de espacios que no impresionen sino que acompañen.
Y quizás ahí esté su verdadero poder: no promete perfección, sino bienestar posible.
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