Chanel redefine su espíritu: Matthieu Blazy y la nueva era humanista de la maison

Con apenas dos colecciones, Matthieu Blazy ya logró algo inesperado: desplazar el foco de Chanel hacia una nueva sensibilidad, más humana, más terrenal y, a la vez, profundamente contemporánea. Su Chanel no busca mirar desde arriba, sino mirar de cerca. Su moda no intenta elevar a la mujer a un pedestal, sino devolverla al centro de la escena. Y en el Chanel Métiers d’Art 2026, celebrado en un andén del subte neoyorquino, esa declaración se volvió irrefutable.

Nueva York como manifiesto de igualdad

El diseñador eligió un espacio cargado de simbolismo: el subte. Ese territorio donde —como él mismo plantea— las diferencias sociales se desdibujan, aunque sea por un instante. El gesto no es decorativo ni anecdótico: es político. En una ciudad donde “casi todxs usan el subte”, Blazy encuentra un escenario que suspende la jerarquía y reconcilia lo cotidiano con lo extraordinario.

El desfile retoma el espíritu del cortometraje previo, una historia de amor situada también en una estación. La continuidad entre ficción y realidad ancla su intención: la moda se construye desde las personas, y cada identidad que circula por la ciudad es un personaje que merece ser narrado.

Un homenaje a la ciudad como teatro vivo

Blazy entiende Nueva York no como postal, sino como un escenario siempre activo. Si Hollywood representa la espectacularidad fabricada, Nueva York es el drama real que nunca se apaga. Por eso las modelos se mezclan con la arquitectura del transporte público: caminan apuradas, miran a su alrededor, entran y salen de vagones. No son musas ideales: son habitantes de un mundo real.

La elección del vagón R32 —el icónico “silver train” del cine estadounidense— refuerza esa lectura. Un símbolo que marcó seis décadas de historia urbana y fílmica, ahora resignificado dentro de Chanel. Un guiño a la memoria colectiva, pero también una forma de inscribir a la maison en la cultura popular.

La mano de los ateliers, al servicio de la vida real

Si Chanel siempre se distinguió por su savoir-faire, Blazy lo traslada a una dimensión inesperada: la calle. Las piezas revelan el virtuosismo de los Métiers d’Art, pero sin solemnidad. Brillan en movimiento, se mezclan con la dinámica del viaje, acompañan cuerpos diversos. Es una couture que respira humanidad.

Esta decisión dialoga con un eco histórico: en 1931, Gabrielle Chanel viajó a Hollywood para crear vestuarios de cine. Trabajó desde las historias, desde los personajes. Blazy retoma ese legado, pero sin ficción: sus protagonistas son lxs ciudadanxs de Nueva York.

Un nuevo manifiesto para la mujer Chanel

En esa misma entrevista de 1931, Coco Chanel cuestionaba los mandamientos de la moda: ¿debe la mujer ser impecable o irreverente? Blazy responde casi un siglo después: debe ser vista como una persona. Rechaza la idea de la mujer-objeto, la mujer-percha, la mujer concebida solo como soporte visual. Su mirada propone un Chanel donde el estilo acompaña la existencia, no al revés.

Entre la polémica y la esperanza

Dos colecciones no alcanzan para definir una era, pero sí para sugerir una dirección. Blazy genera debate, entusiasma y desconcierta por igual. Toca fibras sensibles dentro de una maison con un legado monumental. Sin embargo, su gesto resulta claro.

Si Chanel es libertad en su origen, si Lagerfeld fue mito y espectáculo, Blazy elige otro camino:
una radicalidad que no grita, sino que mira de frente. Un Chanel que ya no ilumina desde el Olimpo, sino desde el subte.

Una maison repensada desde la humanidad; un nuevo capítulo, todavía en construcción.

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