En su desfile presentado el 17 de enero de 1998 en París, Thierry Mugler ofreció una colección que jugaba con contrastes: denim, plumas, metal y el efecto wet look convivieron en un universo donde el cuerpo se descubre y se adorna al mismo tiempo. Las piezas fluían como gotas de agua derramándose sobre la piel, reinterpretando el gesto del drapeado clásico con una textura líquida y sensual.
Más allá del material y la técnica, Mugler reafirmó su fascinación por la anatomía y el empoderamiento femenino: transparencias extremas, estructuras metálicas, corsés de vinilo y vestidos que parecían fundirse con el cuerpo en movimiento. Cada diseño funcionó como una metamorfosis visual, entre lo celestial y lo carnal.
El clímax llegó con la aparición de una figura cubierta de cristales —referencia a su perfume Angel, convertido en icono de su universo— que brillaba como una estatua viviente. Con esta colección, Mugler no presentó solo ropa: dictó una experiencia visual y sensorial que aún hoy resuena como una de las más impactantes de la moda de los 90.
Looks seleccionados del desfile:

















Fotografías originales de archivo – Vogue Runway
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